Desde hace unos meses, recibimos la llamada de una señora que pidió los videos de su hija porque ella había muerto. Anotamos el nombre, pero entre el trabajo y que no había editor disponible (sea yo, cof cof), retrasamos la búsqueda. Un tiempo después, volvió a marcar y nuestro recepcionista el Charal, nos indicó que era la misma señora buscando a su hija. El Charal asumió que debíamos buscar a una niña, y sentimos un peso por el muertito. Los niños muertos son más tristes, aún cuando ellos estén más felices. De nuevo pasó el tiempo por el trabajo. Recuerdo que en algún momento revisé los archivos buscando por nombre, y sólo vi a una niña. Me habré preguntado si era ella. Aunque buscamos, no teníamos e-mail para mandarle algo a la señora y le pedí al Charal que si volvía a llamar, pidiera más datos a donde mandar el video y el apellido otra vez.
El día de hoy, la señora marcó y pedí que pasaran el nombre completo. Revisé los datos, y me pregunté si estaban correctos cuando en mis archivos encontré una chava de 27 años. Repasé el video un par de veces. ¿Cuánto sufrimiento tendrá para la persona que lo reciba? ¿De verdad tanto es el extrañamiento que quiere tocar el video una y otra vez? ¿Un video tan impersonal como el de un casting, dónde solo recita el texto mientras da vueltas por el foro? Busqué en los teléfonos para hablar con la persona que quería el video.
—Buenas tardes, estoy buscando a… umm —dije el nombre del muerto—, aunque bueno… alguien me pidió su video más bien y…
—Sí, deme un momento —dijo una niña.
—Bueno —respondió una señora.
—Sólo quería confirmar con usted. Pidieron un video de una persona llamada tal, y con edad tal.
—Sí señor, por favor —tan pronto escuché su voz, como se descorazonaba a cada momento, me pregunté porque hay momentos así… simplemente así.
—Sólo quiero confirmar su e-mail para mandarle el video. Me deletreó su e-mail y me dio otros dos más para asegurarse que le llegara.
No hay más que decir.