Fue una buena celebración. Me tocó cocinar y preparar una fiestita a un lado de mi esposa. Hice hamburguesas, a la manera de la abuela, y también hice ensalada navideña (lamentablemente, las hamburguesotas no permitieron que los demás comieran ensalada). Platicamos de mi casa, de mis mañas, del cumpleaños, de los regalos del próximo viernes. Este diciembre es la feliz navidad. Ha sido más alegre que muchas de mis navidades y pienso que eso está bien. Viví muchas navidades en incertidumbres, angustias y días lacónicos. Uno como este para romper el esquema del escritor pensativo, fumador, neurótico y obsesivo, hablará bien de mi en unos años frente a mis hijos y mis nietos. No siempre fue tan amargado, dirán algunos. Cuando estaba alegre, parecía brillar. No siempre fue un gordo pervertido. Algo así dirán.
¿Para qué es un blog, si no es hablar de la vida en general? En ocasiones esas dudas me aquejan y me pregunto, de verdad… ¿debería escribir sólo sobre un tema específico? ¿Debería ser tan ególatra como para hablar de Agustín todos los días? ¿A quién le importa? ¿No es trampa escribir esas dos líneas diarias si hablo acerca de mi persona?
Un bloguero novato, generalmente va a las reuniones y pone atención a las conversaciones de todos para después registrarlas en su blog y hacer una especie de homenaje de ese día. Espera documentar un día que fue importantísimo para él o ella. Este homenaje recorre las bocas de los demás blogueros, flickeros, políticos, reporteros, etcétera. Un homenaje que alimenta y retroalimenta, contenta. Ya luego pasan unos años y se va esa frescura, y ese narcisismo tan intenso, para dar paso a un viaje personal.
Me gustó el día de hoy. No se necesita más.