Mientras estaba en el foro, cuando era más joven y no estaba casado (COF COF COF), tenía la esperanza de que todos mis castings fueran de nenas en bikini -brasileñas, venezolanas, mexicanas y colombianas por igual-, y no sólo eso, sino que algún día dijeran una barrabasada como: “¿No te gustaría un masaje?”

El masaje, obviamente, es otra forma más diplomática para rogar por una mamada. La mamada, ya he escrito de ella en otras ocasiones, es la esperanza más inocente que tenemos todos los hombres desde que llegamos a la pubertad y vemos nuestro primer videíto prohíbido. Desde entonces, como un disco rayado, aún en los momentos más inconscientes, vemos la figura de las mujeres, platicamos con ellas, descubrimos sus atributos intelectuales y entre todo eso, un pensamiento fugaz frena todo interés racional: “Ojalá me diera una mamada”.

Y después de eso, nos preguntamos, ¿lo sabrá? ¿Sabrá que una mamada me podría salvar la vida el día de hoy? ¿Que me quitaría el estrés y me haría un día mierda, menos mierda? ¿Se dará cuenta que en su boquita de corazón, no sólo esconde los besos más dulces, sino el forro más perfecto para este coso que se esconde debajo de mis pantalones, gruñendo como un minitoy -o un rottweiler, hoy no es día de medición fálica- en espera de ese regalo carnoso? Claro que se dan cuenta, pero si hombres y mujeres habláramos el idioma de las mamadas en nuestra vida diaria, bueno… no existiría la civilización, ni los políticos, ni cualquier otra profesión que se precie de otra cosa que no sea el sexo…

Por eso existo yo, resignado, viviendo normalmente como cualquier otro, tras la cámara, viendo mujeres hermosas cubiertas de ropas diminutas, y mientras les explico la rutina y bailo con ellas detrás de cámara, sin querer queriendo mirándoles las tetas brincar y compartiendo ese odioso cliché de que la mujer únicamente bella es la mujer esquelética-operada y de rostro casi perfecto. No puedo andar por la calle pidiendo mamadas -GRATIS-, no existe una campaña para eso. Lo único que puedo aspirar es a un montón de chamacas y sus playeritas entalladas, con dulces esperanzas regalando abrazos para que este sea un mundo mejor.

También eso me parece una mamada.