Así empieza uno de los capítulos de la novela que estoy escribiendo, y es un tema que no puedo quitarme de la cabeza. El mirón… aquella persona que permanece de lado, y solamente hace eso, porque su cuerpo no da para más. Me interesa más su presentación individual que la colectiva. Es uno de los papeles más difíciles de todos: el testigo, cuya existencia es valiosa si entrega después un documento con sus observaciones.

Muchas veces, cuando pasa un evento (un linchamiento, por ejemplo, una ejecución, o incluso una pedida de mano) y a su alrededor, hay público… la gente deja de mirar sólo para romper en una especie de histeria: todos gritan, todos ríen, todos señalan, todos ignoran, todos golpean con el hombro. Sin embargo, entre todos, esta el mirón: Ese que tiene los ojos bien abiertos, las manos nerviosas, la boca entreabierta y su espíritu, su alma, o quien sabe qué, le urge a formar parte pero no puede. Entra en conflictos morales, religiosos, o sociales y no tiene el valor, ese pequeño pedazo de corazón necesario para cambiarlo todo.

No quiere decir que el mirón siempre esta en posición de cambiar el mundo. No esa realidad colectiva, al menos. Pero si tiene todo para cambiar su realidad. Eso es lo importante, y fascinante, del mirón. Si tanto se queja internamente, si ocurren monólogos internos-eternos acerca de su condición actual, ¿por qué cuando tiene la oportunidad de hacer algo permanece estático? Su consciencia interna se vuelve extremadamente interesante y esto lo hace un personaje muy valioso para cualquier historia que aspire la creación literaria.

El mirón en un libro, tiene la oportunidad de ser nuestro narrador, aquel que a través de su consciencia súper desarrollada, relata los eventos que pudieron cambiarlo pero se negó a hacerlo. La historia, después, se convierte en la redención de este personaje, platicando su vida alrededor de estos hechos y el reconocimiento de tener la capacidad de alterar su realidad, y mejorarla al romper el molde al que estaba acostumbrado.

En el momento pudo hacer, pero no lo hizo, y ahora sólo podemos contentarnos como él, con leer el recuento y las posibilidades. Tal vez, al final, descubramos que observar fue lo mejor que pudo hacer, o tal vez, lo único que pudo hacer y que eso nos sacará a ambos -testigo y el testigo del testigo- del atolladero. Ese arrepentimiento que se ancló en su espíritu y se quedó ahí, para dirigir sus pasos y transformarlo ni en la persona que era, ni en la persona que quiso ser.

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Walking Dude (2)

  • Pasos: 3640
  • Tiempo: 38 minutos
  • Lista de Reproducción: Red Gag
  • Hoy me di una vuelta por los arcos… esos arcos vacíos, que no llevan a ningún lugar. Arcos que sirven como un testimonio de lo que fue antes esa zona. Hay dos líneas de arcos, al menos… Prometí investigar por qué están ahí.
  • Saqué mis cigarrillos… no tenía ánimos de una caminata de paso rápido. Eso se arregló, al final no abrí la cajetilla y me concentré en caminar. Lo disfruté, aún cuando no quise hacer más de lo necesario.
  • El cielo estaba tristón hoy, con ganas de llover.
  • El motel que está a unas cuadras de la casa, está contratando recamareros. Me he imaginado pidiéndoles trabajo. Supongo que sería divertido, asqueroso, e iluminador a la vez. Si me convenzo lo suficiente, tal vez lo haga. O puede que espere esa feria de trabajo, este 18 de noviembre, a ver qué pasa.
  • Cuando regresé, abrí la puerta y di un paseo con el perro. Nos divertimos un poco, yendo de casa en casa, mientras regresábamos, noté que alzaba una pata constantemente y pensé que algo se le había atorado ahí. Al llegar a casa y revisarlo, no había nada en su pata. Más tarde, mi esposa descubrió que se había quitado un cadillo, y que ya lo tenía en los bigotes.