• 4436 pasos.

  • 36 minutos.

  • Lista de reproducción: Jouken Douji.

  • Hoy caminé muy despacio. Según yo. Pero el promedio de pasos se mantiene relativamente igual. Estoy capturando los datos en una hoja de cálculo y sacando números que, en realidad, no sirven de nada y sólo satisfacen una pequeña curiosidad. Curiosidad por darle números a todo.

  • Así sé, por ejemplo, que he caminado 21498 pasos en casi cuatro horas de estas caminatas. En promedio, camino 42 minutos y en promedio, camino 4299 pasos. Cada hora, hago un aproximado de 101 pasos. No creo que los números cambien mucho a lo largo de los días. Una estabilidad curiosa y reconfortante.

  • Tres chavos se cruzaron en mi camino. El que iba al frente, no dejaba de mirarme a los ojos con una sonrisa que no pude comprender. Luego pensé que los grupos dan el valor para hacer lo que quieras… un vandalismo que de otra forma no te atreverías a hacer.

  • Yo también hice mis travesuras gracias a la presión de grupo. Cuando esté frente a Osiris y me ponga en la balanza, me pregunto si aparecerán esos momentos vandálicos como un peso en mi alma. Momentos que con el tiempo, he aprendido a ignorar, u olvidar.

  • Hacía frío, y el cielo oscurecía. Me gusta más caminar sólo de noche.

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La novela se escribe sola, pero gracias a que tengo ya un grupo de lectores que la están … pues, leyendo (tener lectores que hagan este tipo de lecturas de la novela y sus comentarios me motivan), he descubierto que los capítulos son pequeños y que se puede leer muy rápido. Tal vez me estoy tomando demasiado en serio que esta novela sea pequeña. Hace unos días que dejaba el capítulo cinco para terminarlo después, descubrí que en ese momento podía cerrar el capítulo y moverme al siguiente. Sin embargo, quisiera agregar un par de escenas – momentos, antes de cerrarlo y continuar al seis. Me pregunto, a veces, como hacen los escritores para extender sus capítulos. ¿Qué tanto escriben? Trato de recordar mis lecturas, y recuerdo momentos breves de aquellos capítulos que me parecían largos (como el mar). Ser maestro en el lenguaje, supongo, viene con sus beneficios. Tal vez los capítulos se hagan más grandes, conforme me haga más viejo, y adquiera un mejor vocabulario, más experiencias. Una gama más rica y variada. O probablemente el problema es la era digital, y que por fin, estoy adquiriendo esta comunicación breve que va de mano a mano con mi generación, y las generaciones que siguen.

¿Quién lo sabe?

Mientras leía los dos libros de Renato, me di cuenta lo pequeños que eran. Son compilaciones de cuentos y me asombró que fueran tan breves. Se asemeja mucho a mi nueva novela, que va demasiado rápido y no será muy grande. Yo estimaba unas 150 páginas, pero supongo que será más pequeña. Hoy soñé que la continuaba escribiendo. Debo hacer caso de los sueños, terminar este camino empezado y veré a donde me lleva. Después, regresar, como Bastian, a terminar todas las historias a las que le di un nombre, cerrar esos capítulos de mi vida, y tal vez… sólo tal vez, pueda morir a gusto, sino se me ocurre alguna otra historia en el camino, y empezar de nuevo, a sufrir para acomodar las palabras una después de otra.

Se parece mucho a caminar.