El hombre, en su rincón, lee un texto académico acerca de la Inquisición Española. La Suprema, le llaman algunos. Si yo pienso en Suprema, me viene a la cabeza la Suprema Salsa, donde venden unos tacos buenísimos. Pero la Suprema, la Original, hacía tacos de infieles, tacos de marranos. A los conversos, judíos que se escapaban del castigo inquisitorial, se les llamaba marranos. Cuan cruel y diversa es la historia judía, que destino negro y que fácil debe ser para ellos pensar en la destrucción de un mundo de hombres, que los ha perseguido de distintas formas. Sin embargo, dejando a un lado el destino negro, el hombre ríe de vez en cuando, al leer la frialdad y los mecanismos tan crueles que los católicos usaban para castigar a los infieles. Ríe incrédulo. “Yo mismo iría por la leña para quemar a mi hijo, si fuera tan perverso como vos” dijo Felipe II a un líder protestante. La perversión y la hoguera. El fuego infernal o el purificador. Las cosas que todavía hay que aprender de este mundo.
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