Ah, el numero siete… el número de la perfección, el número de dios y los ángeles, y los santos, y toda la parafernalia católica, también es el número de los candelabros judiíos y siete (con once) son las tiendas que venden los peores cafés instantáneos de la humanidad. No hablaré de los días de la semana, de los pecados capitales, ni de los enanos de Blanca Nieves, todo mundo eso ya lo sabe. Mi número siete, ese séptimo librero… no contiene nada. Ni un sólo libro. Es un comodín para cualquier otra cosa que moleste en el cuarto, con la esperanza de que algún día, el hombre se digne al acomodo de las cosas guardadas en su interior. Bueno, exagero, hay un libro de una enciclopedia de animales. Viene otra vez un recuerdo infantil, donde me obsesionaba la idea de hacer un bestiario y que ese libro, en cierta forma, era mi guía. Cómo se debe escribir un bestiario, que fotos debe tener y como describir a las bestias en su hábitat. Después leí otros bestiarios y supuse mi tarea inútil. Sin embargo, esa inquietud por hacer un bestiario, es sólo un resultado de un hábito (o vicio) que tengo en mi vida, que es el registro, la categorización, la documentación de las cosas. Por eso tengo un blog, por eso guardé las cajetillas de cigarros, por eso luego desperdicio horas enteras tratando de acomodar mi colección de música. Y a pesar de eso, no soy capaz de acomodar un séptimo librero.

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Tengo algunos comics en su bolsita, como una parte de la serie de “Earth X” por Alex Ross. La industria de los cómics se siente espantada porque las nuevas generaciones no tienen deseos de consumirlos. Eso lo leí por ahí. Insisten en que ya se terminaron las historias, los orígenes del super heroísmo, y ante un público cada vez más maduro y menos niños que los desean, las historias simples como el malo y el super héroe ya no están funcionando. Supongo que han olvidado que hicieron historias como la de “Earth X”, donde un par de escritores tomaron los arquetipos de los super héroes y los colocaron en otro mundo. Curiosamente, debajo de “Earth X” tengo una versión moderna del origen de Spiderman. Un buen esfuerzo, pero que no hizo nada por el personaje original. Incluso, tal vez, lo empeoró todo.

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Dos libretas más de apuntes universitarios. Esta foto demuestra que también tomaba apuntes, no sólo me dedicaba a dibujar monos. Sin embargo, tendrán que venir a comprobar por ustedes mismos que no sea la única hoja de apuntes que existe en todos los cuadernos.

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Dos cuadernos que me hizo una ex-novia de lindas piernas. Los forró, los cosió, eligió las hojas… de verdad me quería. Los cuadernos no contienen nada. Están en blanco.

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Y algunas revistas de dibujos pícaros, hechos en México, emulando el arte japonés. Me provocaron tanta curiosidad al momento de verlos que los compré. Dibujos japoneses, con diálogos de libro vaquero. Una extraña conjunción de géneros.

De ahí, nos saltaremos a los siguientes libreros. Los dos módulos de abajo sólo contienen cd’s con todas esas cosas que he venido coleccionando en la red, a través de los tiempos. Campanas, y campanas, de discos compactos que arrastro conmigo desde hace más de diez años. Estuches, algunas cremas y jabones, velas aromáticas, unas aspirinas, cables, discos duros muertos (que no sé porque no he tirado a la basura). Módulos tristes que perdieron su verdadero propósito, y tal vez, se sienten aliviados de tener uno nuevo. Este es mi país de libros. Uno imperfecto e impuro. Ediciones duplicadas y maltratadas. La pornografía se mezcla con el pensamiento crítico, las novelas se mezclan con los bestiarios, la poesía habla con las revistas. Y todos, viven en esa ilusión, de que son iguales.