El mero título parece preocupante. Mientras que en la entrada pasada, me quejaba de la motivación y los libros de auto ayuda como uno de esos motores que acaban con el mundo y su gente, el día de hoy me topé… al parecer sin querer (en teoría, actué sin actuar, ¿qué tal?), con el tao y uno de sus conceptos más importantes: wei wu wei (que es… actuar sin actuar, ¿qué tal?) y ponderé sobre lo que eso puede significar.
Nací occidental. Me educaron católico. Me educaron con un sistema de acción y beneficio. Me educaron con la idea de que el destino es algo que uno puede fabricarse. Tengo conceptos en la cabeza, como el bien de otros, el beneficio personal y que las buenas acciones me llevarán, tanto al morir como al vivir, a un resultado placentero y digno. La dignidad, por supuesto, también es de suma importancia. Yo creo que es una de las palabras más usadas en toda Latinoamérica.
Por lo tanto, leer una cosa como “actuar sin actuar” puede ser un tanto complicada… es difícil de imaginar.
Ese es el caso, que la meta de imaginarse el wu wei (sin actuar, nomás) va en contra, pues, de lo que se trata este rollo. Como soy occidental, me voy al caso común de escribir lo qué pienso al respecto e inicia la búsqueda a una respuesta que me deje satisfecho. La ansiedad de buscar una respuesta es el problema, porque si aplicara el wei wu wei, en teoría, no importan la búsqueda, ni la respuesta. Tengo esa idea en la cabeza de que igual, la respuesta se me podría sentar en las piernas o bien, que seré castigado con la ignorancia. Pero el wu wei me exige nomás quedarme sentado y observar a mi alrededor, moverme como el agua, como el chorrito, y moverme según como le gustaría al universo. Ninguna respuesta jugosa, de culo firme y minifalda, habrá de sentarse en mis piernas.
Para llegar al tao y explorarlo, se necesita matar el ego. El wu wei, parte fundamental del tao, requiere que tu “inacción” no tenga algún beneficio personal (dinero, amor, sentirse bien contigo). Puedes aspirar al wei wu wei (actuar sin actuar) cuando ya superaste esa primera parte de “no hacer” y “entender lo que busca el universo”. Cuando escuchas esa voz universal, entonces puedes actuar para hacer lo que el “universo te pide”, volverte parte del río y tu acción, aún cuando haya sido parte del plan maestro, una chingonería, aparentemente no habrá sucedido. Nadie se dará cuenta de que elegiste hacer o no hacer, porque era parte del orden de las cosas.
El tao es una bonita aspiración. Suele suceder que uno lee tao, un libraco rápido de enseñanzas del maestro y el saltamontes, y crees despertar, crees brevemente en un cambio. Igual que un libro de… ouch auto ayuda. Lo que no te dicen es que el tao, igual que toda doctrina filosófica, involucra un pensamiento constante, una serie de ejercicios que te ayudan a llegar al estado requerido. Los ejercicios del tao, curioso, exigen que no te muevas de tu lugar, mires al cielo, escuches la naturaleza, aceptes el lugar en el que estás sentado, tu oficina y las cuatro paredes blancas, las luces intermitentes, escuches el cigarrillo consumirse, escuches las voces y las atravieses para darte cuenta que todos, en ese momento, forman parte del colectivo. La hormiga eres tú, y tú eres la hormiga. El excremento eres tú, y tú eres el excremento. Todos somos uno, y uno, somos todos. Una vez logrado ese doloroso entendimiento de que no eres nadie, no eres el nombre que te pusieron y no eres más que una hormiga, y la mierda, se olvidan todos los prejuicios: ya no hay malos, ni buenos. Una desgracia no es tan grave. Toda la sangre derramada por la violencia, sólo es parte de esa naturaleza humana. Probablemente es la voz del universo haciendo lo que debe hacer.
Dejas de aspirar la paz mundial, por ejemplo, entiendes conforme avanza el tiempo, que nuestro sistema de recompensa y beneficio, también aplica a los narcos que necesitan el dinero para mantener sus gustos, sus amantes, sus posesiones. Lo mismo que haces tú, en tu oficina, para mantener a los tuyos. Qué terrible, sí, pero para el tao nada es terrible, simplemente es. El tao no es la justicia de los hombres, claro que si todos supiéramos un poco del tao, sabríamos qué atentar contra la vida de un humano, de un árbol, de un insecto, es atentar con nuestra propia vida. Asesinar un gato nos mata a todos. El hombre no sólo dejaría de ser violento, si no qué, también abandonaría la comodidad del corporativo y saldría con los pies descalzos a que la naturaleza lo ayude a alimentarse.
El wei wu wei me suena, por supuesto, a esa utopía del escritor. El escritor que escribe sin escribir, es uno que no piensa en premios, que no aspire a la búsqueda de respuestas, que no deseé una recompensa por un acto que le vino por naturaleza. El wu wei, es concentrarse, es hacer una tarea sin hacerla, no sólo es permanecer sentado, si no a través de la repetición y la concentración, llegar a ese estado donde se olvida el ego. Nos ha pasado, como occidentales, que cuando hacemos un ejercicio todos los días, en ocasiones llegamos al final y sentimos una especie de euforia. Tu cabeza te dice: “Lo encontraste”. No sabes qué, pero lo encontraste (el universo se sentó en tus piernas, monín). Escribir podría asociarse a ese acto. Concentrarse, enfocarse en escribir las palabras, hasta que dejas de escuchar el ruido y te fundes, misteriosamente, con la silla, el escritorio, la computadora y todo se vuelve un río. Lo que vulgarmente se llama inspiración, no es nada más que trabajo y entrar en el acto al río.
El abandono te llevará a la verdad.