Nico tuvo un problema de olvido. Después de una ardua semana de entrenarla en dónde tenía que hacer sus necesidades, sospechosamente, después de que doña Alicia limpió el patio… lo olvidó todo. Han sido días particularmente difíciles para Nico y para mí, porque he tenido que vigilarla –como un Gran Hermano– para que no orine, no cague, no respire donde no debe. La libertad y el deber, qué curioso que mantengan una liga tan estrecha y que funcionen tan cerca el uno del otro. Pronto Nico saldrá de la casa y se comprará un diario, tratará de escribir acerca de su niñez, de su madre y su hermana, de ella escondida en las alcantarillas, de ella arrebatando el chocolate al niño que está llorando.

Mientras tanto, desde hace unos días en Egipto se respira la libertad o el triunfo, o una mezcla de ambas. Un grupo de disidentes cibernéticos lograron que se extendiera un llamado al cambio. Esa es la verdadera historia. Es un ejemplo qué, seguro, ya está siendo incorporado en clases de mercadotecnia y publicidad. Los social media experts debieron tener un orgasmo, y si no, mal hecho. Un uso efectivo de redes sociales mantuvieron el movimiento unido y se logró una comunicación eficaz entre un mundo distinto de personas. Muchos susurran o carraspean desde su sillón, usando el celular o la netbook, que son un ejemplo a seguir. Hay quien propone hacer lo mismo con el gobierno de Calderón, por ejemplo. Me encojo de hombros ante la propuesta. No es lo mismo un gobierno de treinta años y un hombre tuvo miedo de usar las fuerzas militares a su favor. Fuerzas militares qué, por cierto, tampoco se veían muy entusiasmados en el uso de la violencia. Mubarak… los egipcios… son un caso interesante.

Nico sabe que la estoy observando. Si se levanta a olisquear y a buscar un círculo invisible, la miro desde mi lugar y luego me levanto cuando ella se esconde. Es un trabajo de necedad y observación. Ella ya reconoce la mirada de “no te atrevas”. Todavía me falta practicar la de “Por favor, hazlo afuera” (esperando que la mirada comunique todo eso, porque nosotros, los seres humanos todo lo decimos con miradas). Ayer, el trabajo de mirón se hizo intensamente y la descubrí dos o tres, o cuatro, o seis veces orinando en la casa. La tomé entre brazos y la saqué al cuarto de lavado. La primera vez fue la más difícil: dos horas de chillidos y golpearse contra una puerta con unas patas grandes y por fortuna, todavía débiles. El castigo es la separación, el abandono. Después que le abro la puerta, le doy el comando para que se siente y que entienda, de alguna forma, que es un privilegio estar adentro de la casa. Que debe dar algo a cambio. Obviamente esto no siempre funciona a la primera. Debo empujarla varias veces antes de que entienda que tiene que sentarse. El truco, según he leído, es la consistencia, la necedad, el mantener un espíritu humano fuerte y dispuesto. Por eso me pregunto si el patio lavado fue lo que borró su aparente entrenamiento, o si habré hecho algo o habré cambiado algo, para que ella rompiera lo que ya había aprendido.

En Egipto, ya se escribe en los libros de historia el uso de internet como una herramienta para la revolución. Creo que todos nos esperábamos ver algo así. En el mundo se está escribiendo en los libros de historia, que Egipto se liberó gracias a Twitter, a Facebook, entre otras cosas. Qué buen momento publicitario para empresas aparentemente superficiales o que vive de negocios discretos, transacciones secretas. Los mismos egipcios lo hicieron evidente a través de pancartas con los logotipos de estas empresas. ¿Ya vieron las fotos? Por ahí andan circulando. El evento, no puedo mirarlo de otra forma, parece un cuento de hadas. Una revolución pacífica que se organizó por internet. Parece un cuento de hadas. No he leído sospecha de la veracidad de este evento. No he leído que alguna superpotencia haya metido las manos y, perdón, todavía tengo mis dudas acerca de que un dictador con treinta años en el poder no haya hecho nada terrible para detenerlo. Parece un cuento de hadas, de esos que prometen final feliz y duradero para todos sus habitantes. Lo mejor es que si hay gato encerrado, ¿cual es? ¿Por qué? ¿De dónde? ¿A poco nomás fue un genuino deseo de ejercer el derecho a la democracia?

Pronto Doña Alicia regresará a lavar el patio. Lo pienso y hago una mueca, me preparo para otra semana intensa de entrenamiento. Los accidentes han sido menos, pero al final eso son: accidentes. No se puede controlar todo. La vida ya me entrenó intensamente en adquirir ese fatídico conocimiento. No se puede controlar todo. Nico ha de pensar que soy un Mubarak. Ya me la imagino comunicándose con otros perros aullando y pasando el mensaje: Las calles deberían ser nuestras y las casas, y todo el mundo. Es nuestro derecho orinar en dónde se nos pegue la gana. Un mensaje que se transmite como el código morse o las humaredas indias. Nico, la cachorra, esconde detrás de todas esas arrugas una intensa personalidad revolucionaria.