Este es un hombre escribiendo en su computadora. Este mismo hombre, a dos ventanas, tiene un perfil de facebook abierto. Es un escenario común de una vida común. A no ser que mañana suceda una cadena de desgracias que acabe de inmediato con todo aquello que conocemos, como el internet, la energía eléctrica, las computadoras, las redes sociales… él puede seguir repitiéndolo.

Mira la fotografía del perfil, entrecierra los ojos y enciende un cigarrillo. Se pregunta si servirá de algo. Si destapar el pasado funciona. Se recarga en el asiento, bebe su café, piensa que tiene que trabajar y mira la foto del perfil. Contempla, todavía, como lo ha hecho todas las veces, si de algo sirve destapar el pasado y si cambiaría en algo su presente.

Una balanza interna de ganancias y pérdidas. Inútil, porque es interna y al final no se hace nada, sólo se le mira, uno trata de medir basado en memoria y en las acciones. Uno trata de medir acciones y pierde el tiempo que debería estar usando para actuar.

El pasado en el pasado está. Es una verdad sencilla y aceptable. Vive muchos días sin el pasado. Le gusta vivir el presente, lleno de amor y serenidad, de cigarrillos y café, de caminatas largas y cielos inmensos, de volcanes y viajes, de trabajo hasta la madrugada y trabajo intermitente. Le gusta vivir el presente con una hoja en blanco y desperdiciar ahí el tiempo, los segundos, mientras escribe letra por letra lo que pasa en esa cabeza suya. Hay otros días, que el pasado se adueña del presente. Son pocos días que esto sucede. Mira ese perfil de facebook y escribe. Piensa si debería destapar el pasado. Piensa si debería alzar la piedra o aventarla.

Los momentos inconvenientes donde intuye que esto no habría sucedido hace veinte años. Hace veinte años, sin perfiles de facebook, las figuras ausentes podían reemplazarse con personajes ficticios y aventureros. Un personaje que podía ser el héroe de tragedias y aventuras. Ya no puede hacerlo. Veinte años después, tiene ese perfil de facebook abierto y mira la fotografía. Es un hombre como él. Un hombre que juega a la granjita, que reparte dinero de poker, que comenta las fotitos de sus amigos y de sus hijos. Sardónicamente se agradece el progreso y la curiosidad, que ha matado toda posibilidad de crear una historia. Aún si lo hiciera, si lo intentara, tendría la verdad cargada como un peso en los tobillos. No somos especiales, piensa, su cigarrillo a medias.

Este mismo hombre deja la colilla en su cenicero después de usarla para prender el siguiente. Un momento… no es otra cosa. Se acaricia la nuca, gira el cigarrillo en sus dedos, cierra la ventana del perfil. Hoy no piensa levantar la piedra y que una araña, o una flor, le sorprendan. Siempre es lo mismo, susurra alguien por ahí, esa lucha que se repite de tiempo en tiempo. Una lucha que siempre culmina en el mismo pensamiento: Sólo fue un momento.