Lo que nunca cuenta el diablo es que algunos días se levanta con el pie izquierdo. Entonces fuerzas cósmicas y misteriosas, confabulan para jugarle esas bromas que algunas veces juega con los hombres. Se imagina esos designios como seres divinos y tan perfectos como las estatuas griegas. Igual que algunos hombres lo imaginan a él, o imaginan a dios, en forma de sátiros o de Zeus, o Cronos, o un Ares encanecido.

Los hombres piensan que el diablo prepara contratos por sus almas, y que se los lleva al inframundo para torturarlos por los pecados cometidos, pero nadie sabe mejor que él que eso ya perdió vigencia y ahora desarrolla una vida de tedio en las ruinas de un lugar eterno alguna vez llamado infierno. Cuando las almas regresan al río metafísico, hay tantos caminos qué seguir que sólo pocas personas caen en sus dominios. Esas pocas personas eventualmente se van, aburridos, porque el diablo siempre está fuera buscando hacer bromas. En honor al círculo vicioso: El diablo se convirtió en un bromista porque su casa le aburre.

Son pocos los días (comparados a una eternidad… casi nada), los que se levanta con el pie equivocado. Poco después de peinarse y lavarse los dientes, las bromas le suceden. Los tratos que hace le salen chuecos, los tontos le descubren las fallas semánticas, los accidentes que preparó con tanto esmero le ocurren, las nubes le llueven encima.

El diablo es necio, y optimista, porque siempre trata de sacar provecho. Sufre los accidentes estoicamente, sigue buscando el hilo que lo traiga de regreso a la buena racha. Optimista y necio. Se rinde. Imposible, se dice ya cansado de ser el chiste de otro, apenas arrastrando las palabras con el fastidio de una escena que sigue repitiéndose. Se rinde otra vez. Acepta que él es el desgraciado del día y mejor se encierra en una de sus fábricas de galletas chinas para escribir suertes funestas.

Escribe lentamente, en obscura soledad, sobre los recuadros blancos cualquier mala fortuna que se le ocurra. Morirás antes de que termine el año. El amante se irá cuando lo cache la estela de otro olor. La enfermedad te caerá sobre los pies y apestarás feo. Nunca serás rico, ni millonario. No hay peor camino que el escogido. La tía heredará a otros. Acostúmbrate al olor de los hospitales que vivirás allá mucho tiempo. Dios existe. Dios no existe. Mejor evita las puertas de vidrio. Ella se ríe de ti cuando no estás mirando. Eres un idiota aquí encerrado, esperando a que pase el día, preso de las supersticiones que tu mismo provocas, oculto por temor a que exista algo que de veras rompa tu existencia… necesito más papelitos, necesito comprar un cuaderno, si esto perdura me volveré poeta y de aquí ya no salgo, encendiendo cigarrillos como si fueran aire para olvidar cuando mi trabajo era grande, cuando una palabra mía mermaba el destino de pueblos enteros… Ya se me entumieron las nalgas, mi cola ya se engarrotó y los cuernos se me caen, falta poco para que termine el día.

El diablo presiente cuando el mal día termina. Como si apretaran un botón que cambiara el color de las cosas. El mal humor queda impregnado en los pequeños papelitos, los cuales acabarán en las manos correctas aunque sean distribuidos entre millones. Recoge los otros, los de su desespero, y los enciende tronando los dedos. Suelta la pluma, viste su saco y emprende el largo camino a casa. Mañana el diablo tendrá su día, piensa, apiadándose de sí mismo.