A Jeff Bridges le gusta tomar fotografías con su cámara vintage de las películas en donde trabaja. Crea un detrás de cámaras asombroso. Navegué un rato por sus fotografías y cada set, cada imagen, era una pequeña historia, la posibilidad de contar historias genuinamente viejas y melancólicas que se apropiaban de escenografías contemporáneas y atiborradas de tecnología.

En algunas de las imágenes, Jeff Bridges les pide a los actores que exageren la felicidad y la tristeza, y los convierte, en imágenes sobre expuestas, en máscaras teatrales. Dan cierta esperanza de que sobrevivirán al tiempo (a pesar del blanco y negro, del granulado, del angulado).

Recuerdo cuando yo intentaba tomar fotografías de las filmaciones. Las primeras veces me miraban feo, como si no fuera mi lugar. Quizás, bueno, parte del truco es pretender que perteneces ahí, que eres un testigo absoluto de la escena y te disuelves, adquieres una cualidad casi divina, y te disfrazas de un hombre invisible (aunque, bueno, las fotografías de Jeff Bridges se alejan de eso, en todo momento parece que hay complicidad, una alegría espontánea).

Quizás nunca podría adueñarme de ese papel, del fotógrafo y documentador de filmaciones, porque sencillamente para la mayoría ese lugar no me correspondía y porque, lejos de filmar una película, yo me dedicaba a los comerciales. Y sí, los comerciales de televisión son series que se vomitan, que se reciclan, que parecen… muy en el fondo, no tener alma… pero…