El director canadiense
Mi primera junta con él fue muy civil. Mostré algunos niños para su comercial y se sintió satisfecho. Lo que más le tranquilizaba, supongo, fue mi nivel de inglés. Pudimos entendernos bien. Después todo se fue al diablo: ningún niño le gustaba. El casting triplicó su costo rápidamente por sus caprichos. Trabajé durante un mes y medio los sábados y los domingos. Conseguí niños de teatro, de escuelas particulares de actuación y también por debajo de las piedras. No sólo recibía presión de él pero también de la productora y de mi jefe. El cliente, en vez del director, finalmente decidió a los niños (y lo hizo como quien decide una trivialidad). La victoria fue breve. El día de la filmación, el director me hizo a un lado y me dijo: No creas que hiciste un buen trabajo, you didn’t do a good job, don’t believe that for a second. Mi jefe, sin embargo, me felicitó y dejé de ser editor para convertirme en director de casting.
Las fotografías
Hace poco escribí acerca de las fotografías de Jeff Bridges. Sí, lo envidio. Durante la filmación del director canadiense tomé un par de fotografías a los niños y al set. Él me miró como si quisiera matarme. Entonces la madre de la niña me dio su cámara y me pedía, demasiado vocalmente, que tomara fotografías. Fue vergonzoso porque el director escuchaba a la señora, me miraba a mí, y yo tenía encima las palabras del hombre: hice un mal trabajo. Y ahora picaba el nido de víboras con mi atrevimiento. Dejé la cámara y decidí aburrirme un par de horas (el aburrimiento perpetuo de esperar a que termine una filmación). Por ello abandoné un pensamiento ingenuo: la necesidad de conservar un registro de mis filmaciones como la memoria de una vida. Ah, sí, después tomé fotografías de algunas filmaciones pero… no tantas como hubiera querido. Mucho ha quedado en la memoria, la original, la biológica, y la memoria es frágil. Ahora que la publicidad es una de mis vidas pasadas me arrepiento de haberlo tomado en serio. Mi primer proyecto, sin ayuda de nadie, fue un fracaso y eso definió demasiadas cosas de mi futuro en aquel mundo.
No sé su nombre ni que hizo después
Aquel momento, como sea, fue un momento entre dos hombres. Me hizo a un lado, durante una pausa, para hablar conmigo y hacerlo en privado. Recuerdo sus palabras, recuerdo su rostro, su cabello rojo (medio rapado) y su barba de dos días, recuerdo sus dientes un poco chuecos y sus ojos claros; no recuerdo su nombre. ¿Randy? ¿John? ¿Grant? Ya se había hecho un pequeño nombre en las casas de casting: lo conocían como el canadiense difícil. Las productoras a veces lo tiraban de a loco para tratar de controlar sus arranques. También gracias a eso, si alguna productora lo jalaba como director, uno podía cobrarse más caro. No puedo recordar su nombre pero sí puedo recordar que era ambicioso, nervioso y perfeccionista. Supongo que él nunca quiso hacer comerciales aquí y por eso compensaba. Quería estar orgulloso de cada pedazo de porquería que hiciera (¿no todos queremos eso?). Él siempre deseó otras cosas de sí mismo: una película, una serie, qué se yo (¿no todos deseamos un poco más de lo que hacemos?). Quién sabe. Quizás ya firmó para hacer una película de Marvel y yo todavía lo recuerdo en una que otra pesadilla o, a veces, cuando muerdo un taco.