Estructura

Sí, mi lectura de Goran Petrovic influyó a esta estructura. Pequeños subtítulos en cursivas y luego atacar un monstruo oculto. Es parecido a cuando escribía con asteriscos o puntos para decir las cosas (uy-ya-llo-vió) pero esto es un poco más elegante, un poco más… preciso, quizás, menos burdo, menos ordinario. En la búsqueda de mi propia voz literaria, durante todos estos años, me he apropiado de estructuras y he jugado con otras. Hoy ya lo entendí: todavía estoy lejos de encontrarme. Escribir es duro. Escribir la verdad, quizás, tomará veinte o treinta años más. Aún construyo mi voz y eso, francamente, me asombra. En el momento que tenga mi voz, imagino, escribir todas las historias que quiero escribir será más fácil pero, sí, paradójicamente, para conseguir eso debo seguir escribiendo.

La voz literaria

Cuento varias voces: la que uso para escribir mis columnas, la que uso para escribir mis reseñas de videojuegos. Quizás cada cuento tiene su propia voz y las novelas, bueno, sobre todo las novelas son lo más complicado. Personajes que se apropian de ti y toman tus manos (el mercado lo exagera y quizás algunos escritores disfrutan montar ese caballo para darse importancia pero… no todo está en diálogos absurdos y vendedores: hay un poco de razón. El personaje habita la persona y quita algo de control. Vives el personaje para entenderlo, hacerlo más real, hasta cierto punto porque después de todo, hay una vida allá afuera. Pretender la locura es un comercial de canal cinco).

Paréntesis

¿Será un comercial de canal cinco pretender la locura? En otra ventana miro a una colombiana desnudarse. Suelo verla porque me parece bonita (internet nos ha convertido en monstruos de múltiples cabezas). Miro cómo le dan propinas por cada gemido sobreactuado que emite de sus labios muy rojos. Por alguna razón, quién sabe por qué, es muy fácil asociar el acto de la escritura con el del histrionismo necesario para desnudarse por una webcam. Los dos puntos de Daniel Sada y los maricones de Rafael Bernal. Quién sabe cuántas cosas me he robado por mis lecturas. Quién sabe cuántas más deberé robarme para encontrar lo que busco.

La misma vida

Quizás me refiero a lo siguiente: no importa lo que pase a mi alrededor, cuántas voces sardónicas y mordaces posea, cuántos amores busque profanar con mis dedos, lo perdido de mi semblante si estoy absorto en resolver un videojuego o cuán silencioso parezco mientras paseo al perro y miro a mi esposa de reojo; el flujo interno siempre está brotando.