Compré Guacamelee! en un bundle con algo de cautela y escepticismo. Si unos gringos sabor canadiense te ofrecen la idea de un metroidvania donde el personaje principal es un luchador, no creo que sea fácil, como mexicano, comprar la idea de que entregarán un buen producto que no esté repleto solamente de estereotipos y humores fáciles, o de cursilerías probadas por los mercados turistas, como la idea perpetua de la mexicaneidad que popularizaron desde Speedy González y otras caricaturas. Pero leí algunas reseñas de reojo y eso me convenció de que, por lo menos, intentarlo debía ser interesante. No me arrepiento de esta decisión: Guacamelee! resultó un juegazo y sí, hay algunos estereotipos, pero también una sana crítica y enfrentamiento a los mismos, estereotipos que vienen a partir del lugar de origen, no la visión extranjera; además se torna en una interesante propuesta que termina explorando una versión de México a partir de un lugar cimentado por la creatividad y la nostalgia. A medida que me adentraba al universo de Guacamelee, cada salto, cada combo y cada escenario, no podía evitar pensar en lo siguiente: este producto fue diseñado por un carnal, un compa, un barrio. Más tarde, algunos me harían saber que el diseñador de la propuesta es un mexicano viviendo en Canadá y que extrañaba su patria.

Guacamelee! trata de un jimador (recolector de agave) que tiene una deuda de lucha y, convencionalmente, para saltar a la aventura, debe salvar al amor de su vida de una fuerza sobrenatural (Calavera, el espíritu del que sería el mejor charro del mundo) que la secuestra para hacer un ritual impuro que unirá ambos mundos: el de los vivos y los muertos. En un pueblo de máscaras y luchadores, de charros y huipiles, Juan es el elegido para vestir la máscara que lo permitirá navegar entre el mundo de los vivos y de los muertos, un reducido México y el místico Mictlán, no solamente para rescatar a su amada pero sanar la relación entre los vivos y los muertos. Debe enfrentarse a Calavera y sus aliados: una bruja que, por momentos, nos recuerda a la llorona y otras veces a una curandera respetable, un guerrero jaguar (santo patrono de los luchadores) y un revolucionario borracho, siempre ardiendo en llamas por ser un asesino sanguinario. La historia no es maravillosa, pero es suficiente, básica y también juega con cierta melancolía gracias a que los diseñadores utilizan de lleno los colores con los que adornamos nuestros pueblos en el día de los muertos. Para un mexicano, el diseño de Guacamelee! puede ser significativo. La fuerza del juego radica en las sutilezas del diseño, en los breves y amables textos que refieren a la afabilidad de los extraños que te ofrecen un cafecito blanco. Las imágenes son perfectas: viejos dioses mexicanos, iglesias coloniales, casas cuadradas e improvisadas; mientras caminas con el personaje, pareciera que visitas cualquier pueblito olvidado de nuestros estados áridos. Es un juego hermosamente mexicano, detallado con precisión y con orgullo. La traducción al español mexicano es impecable y ayudó inmejorablemente a identificarme con el juego: consta de diversos modismos como “¡Macizo!”, “¡Toma, perro!” entre otras joyitas nacionales que escucharás de la boca de los niños gritones, los borrachos, el compadre que te invita a tomarte la cervecita banquetera.

El diseño de Guacamelee! es excepcional. Como diversos juegos de plataformas, consta de una mecánica para cambiar los mundos y el personaje adquiere la capacidad de navegar los escenarios en dos variantes: la de los vivos y los muertos. Se encontrará con personajes en ambos: fantasmas muy alegres que están armando la fiesta o mariachis que están buscando a uno de los miembros de su grupo. El diseño de ambos mundos, que son los escenarios que navegamos, usa paletas de colores que contrastan y hacen referencia a la jiribilla nacional: verdes selváticos, rosas mexicanos, amarillos desérticos, piedras como la turquesa, el jade y los ónices. El equipo de Drinkbox utilizó de manera creativa nuestros elementos para hacerse de un México muy interesante. Más allá de un pueblo elemental, crearon un sabrosísimo puente que reúne las imágenes de los pueblos, con los luchadores, la cristiandad y lo prehispánico. Los personajes parecen diseñados para una caricatura de Cartoon Network (regresión a los 90), trazos sencillos pero muy dinámicos y expresivos. La animación es impecable y fluida, muy apta para un juego de luchadores. Las referencias no solo parecen surgir de un México aislado, o viejo, o acalorado, pero también surgen de mitos más contemporáneos, como cuando puedes comprarte el uniforme del Brody por unos 4,000 varos. Otros detalles y referencias van de otros juegos, algunos memes, algunas veces forzadas o excesivas, pero otras consiguen sacarte la sonrisa o la carcajada.

Los escenarios de Guacamelee! son maravillosos y los retos son divertidos. Son la culminación del trabajo de diseño, el bestiario de enemigos y la utilización de las habilidades adquiridas, igual que una arena de lucha. Funcionan maravillosamente como su propio producto, más allá de la imagen y la mexicaneidad. Uno de mis niveles preferidos: el árbol del tule, un árbol tan alto como uno milenario, un Yggdrasil pero compadre acá; la misión es escalarlo y ello retará tempranamente todo lo que has aprendido del juego hasta la fecha. Después, mi siguiente parte preferida (aunque no pude completarla) viene de los retos de Chac Mool para conseguir el buen final. Su balance castigador está reservado a ser superado solamente por los mejores jugadores, aquellos que han dedicado buen tiempo a perfeccionar las coreografías de los escenarios.

Al ser de esos juegos laberínticos que abren los escenarios y los secretos con las habilidades, Guacamelee! escoge ciertas puntadas de la lucha mexicana para revelar gradualmente su mundo a los jugadores: un salto del chivo (o del tigre), la metamórfosis de la gallina, el aplastamiento-cabezazo-gancho, etcétera. Cuando al principio tenía dudas, mientras iba jugando noté lo bien que funcionaba cada cosa y lo natural que se incorporaba dentro de la mitología y el personaje. Es muy fácil aceptar que Alucard se convierta en una nube de humo para acceder a cuartos que están cerrados con barrotes. De igual modo, es muy fácil aceptar que Juan debe “lanzarse de la cuerda” para volar al otro lado del “ring” o “el escenario” para alcanzar un secreto. Los controles exigen precisión y buenos reflejos. Eventualmente, el juego te enseñará a combinar toda clase de movimientos y tus avances son el resultado de una coreografía bien hecha. Hay escenarios que son peculiarmente difíciles y castigadores, como los retos infernales si quieres sacar el final “bueno” (sí, tiene dos finales). Yo me rendí, no consideré que tenía suficiente tiempo o habilidad para mejorar después de cierto punto, pero me satisfizo el “final malo” (recuerden, la historia no es particularmente… original, o creativa, es muy convencional). Como buen juego indie que surgió en los tiempos sádicos de Super Meat Boy (como odio esa chingadera), algunas veces le hace homenaje y exige al jugador ese tipo de precisión para evitar el castigo. No hay una muerte definitiva, solo una repetición obsesiva para conseguir las cosas. Jugué Guacamelee! con dos tipos de controles: Xbox One y DualShock 4. Finalmente mi elección fue el de Xbox One, fue mucho más cómodo para enfrentarse algunos jefes y hacer algunos de los retos más difíciles.

La música es una combinación de electrónica, chiptune y riffs de rolitas de mariachi. Sí, por lo tanto es pegajosa y eventualmente te hipnotiza para morir mil veces, revivir, odiarla poco a poquito, después te carcome el alma, pero ahí estás, de repente, tarareándola porque ya te acostumbraste a ella y de algún modo tienes que continuar con vida. Traducción: no está mal la música, pero no creo escucharla en otros contextos fuera del juego. Finalmente, mi parte preferida: el bestiario. Calaveras que hacen referencia a campesinos, charros, guerreros prehispánicos, conquistadores. Hay alebrijes, chupacabras, cactus de artillería pesada, aluxes y tlacuaches. El diseño de los enemigos tiene el mismo detalle que los escenarios. ¿Recomiendo Guacamelee!? Simón, es una sabrosísima aventura de unas diez o quince horas, como mucho. Es un deleite visual, sin duda alguna, sobre todo cuando navegas entre los mundos de un mismo escenario y te detienes a apreciar lo que cambia. Para los más clavados, da muchos retos por hacer y es un placer verlos resueltos una vez que has entendido cómo hacer las habilidades, en qué orden o momento activarlas. Yo jugué la Gold Edition y no sentí que me faltara juego, al contrario, obtuve mucho más entretenimiento y deleite de lo que esperaba conseguir.