Ahora estoy al pendiente de dos ventanas, en vez de una. Puedo mirarlas de reojo, en lo que acaba de pasar la edición… no puedo decir la marca, ni la propuesta de su producto… pero puedo decirles que el director del comercial pidió hombres y mujeres (humanos) de cuarenta años, cuando enseñamos el casting (el viernes) de lo que había pedido, descubrimos sorprendidos (ajá), tanto el director (argentino), como nosotros, que los humanos de cuarenta años suelen tener canas, arrugas y muchos perdieron su cuerpo de deportistas diez o quince años atrás (una gran sorpresa, en serio). El resultado es–: Tachemos el casting, hagámoslo otra vez, pero ahora con hombres de treinta a treinta y cinco. Como deciden mañana quienes se quedan, trabajamos viernes a deshoras y sábado como si fuese día regular.
En este momento esta pasando la edición y mientras tanto, yo miro hacia las dos ventanas, esperando con ello olvidar el fastidio. Hacía un momento, las cortinas de la ventana izquierda (la de aquella mujer de ropa interior morada), se movió un poco. Asumí, desde luego, que la mujer también mira hacia acá de vez en cuando y que ella se pregunta tanto de mí, como yo me pregunto de ella. Así nos convertimos en una posibilidad de ficción para el uno y para el otro, aunque dudo que ella mantenga un blog donde escriba acerca del chavo, que siempre esta mirando el monitor, que siempre esta fumando, y que si es medio día, toma café y si es tarde-noche, se toma una Coca Cola de 600.
Estoy pensando escribir un cuento que se me ocurrió en mis andanzas vouyeristas. Puede que esta semana lo escriba.
Me pregunto si los directores argentinos salen más baratos y por eso los traen las productoras, ya que eso se esta volviendo común en mis días. Sé que los comerciales argentinos son más atrevidos, más divertidos y más europeos. Sin embargo, cuando llegan a México, se encuentran con que sus propuestas son … pues, demasiado. Aunque la gente clase media, media alta, alta, tiene un mínimo de cultura para entender los comerciales argentinos, celebrarlos y decidirse a comprar el producto por su chispa creativa, el consumidor por mayoría, continúa siendo la clase baja, media baja (claro, los que estan en extrema pobreza, pues no cuentan). Por supuesto, hay excepciones, hay ricos pendejos y pobres muy cultos. Aún así, estamos hablando de millones de personas que no comprenden la picardía o el sutil leer entre líneas en un comercial demasiado elaborado (obviando los mensajes subliminales).
Supongo que por ello los directores argentinos llegan muy ilusionados a trabajar a México y después se vuelven refunfuñones, gritones y mamones. No quiero creer la idea de que todos imaginan ser Kubrick. Quiero ser buena onda: México los amarga con su falta de pensamiento europeo.
El director argentino que me tocó para el comercial de mayonesa en el que modelé/actué era uno de esos directores. A mi me tocó filmar un sábado. Mi llamado fue a las nueve de la mañana, desayuné, comí, me aburrí, cené… y a la una de la mañana me llamaron al set. Fui a vestuario para que me pusieran una playera azul grisáceo que me gustó por el color. Después me encontré con el productor que me había llamado y le dije, bromeando–: Por fin señor, después de dieciséis horas de terror. Él se carcajeó por mi ocurrencia.
¿Es normal esperar tanto? Si. Un actor/modelo profesional, o se duerme o platica con alguien. Yo me cagaba de nervios.
Me sentaron en una mesa, con las luces golpeándome en el rostro y me trajeron una torta que se veía deliciosa, una torta que prepararía un artista que vive de hacer tortas bonitas. Me cae que si yo me preparo una torta así, vería la manera de encerrarla en una caja de cristal para que la gente la admirara y buscaría la manera de cobrar por ello. Después de mirar la torta, miré al set: Tenía al director de fotografía, al asistente de dirección, a gente de staff, al director de arte, a la maquillista (que me hizo el favor de cortarme pelos en la nariz y medio pintarme los labios [YUY]), a la asistente personal del director y al director a dos metros de distancia. Si, que fabuloso, mi primer comercial y toda esa gente… que espacio tan reducido, que calor…. voy a sudar por las pinches luces, sáquenme de aquí.
El asistente de dirección–: Quiero que algo quede muy claro, esa torta que tienes ahí no se come –lo que usted diga señor, yo no sería capaz de comerme el maravilloso Monet que tengo enfrente–. Okay Agustín, hiciste unas caras maravillosas en el casting (algún día se los pongo aquí, hice unas caras exageradas bien mamonas) y aquí lo que queremos una cara de frustración porque se te acabó la mayonesa.
Muy bien. Llegó el productor y me puso un frasco vacío de mayonesa y un cuchillo. De repente alguien dijo acción y me creí Jim Carrey. Entonces el señor director habló–: No ché, vos tenés que ser más natural, eres un pibe común que se va a comer una deliciosa torta y ché, ¡se te ha acabado la mayonesa!
Ok, señor. (Mire, en primer lugar… Un pibe común, con hambre, no se prepara una pinche torta tan hermosa [¿Quién dobla las rebanadas de jamón y las deja en perfecta armonía sobre dos jitomates?]).
–Arte, ¡cambien la torta! (Ese día, como quince tortas hermosas pasaron frente a mis ojos)… ese jitomate se ve muy triste. Alejen la tapa de la mesa, que la gente puede confundirlo con un jitomate, ¿listo Agustín? Mira, vas a hacer esto con el frasco, podés jugar con eso, eso y eso. Recordá… ¡pibe regular frustrado porque se le acabó la mayonesa! ¡Acción!
Hice lo que se me pidió… como tres o cuatro veces más.
–¿Estas nervioso Agustín?
–Si señor, porque yo no hago comerciales.
–No… –el director me miró seriamente, me miró como si fuera a decirme una verdad irrefutable (acaba de llegar el Seat, veamos la acción, el novio se baja y bien educado, toca el timbre… huy, ¡se van a cenar!)–. No, estas muy nervioso porque ya se te acabó la mayonesa.
–…
–Recuerda. La mayonesa.
Lo que usted diga, señor Kubrick.
El del Seat acaba de caminar un poco sobre la cuadra y se me quedó mirando un momento (¿?). Ella le abrió la puerta y lo dejó entrar. Visita regular, debería prestar atención a la ventana, digo… podría darse la oportunidad de satisfacer al peeping tom que vive en mí, pero que el tipo del Seat haya dado una caminata de un lado a otro para mirar mi ventana me ha puesto nervioso, así que mejor paso por hoy.
¡Miremos la otra ventana!
El domingo, Sol María y yo vimos por casualidad el comercial de mayonesa. Le dije campante–: Mira, ahí estoy yo. Y nos quedamos en silencio. Si me veo en el comercial o al menos, me vi lo suficiente para reconocerme. Cuando terminó, a los veinte o treinta segundos que haya durado, me apené (no se apene). Ella aprovechó para hacerme carrilla.
Lo acepto. Me fascinó verme en la tele. Si alguien más quiere verme, yo lo vi en el canal cinco como a las 9-9.30 de la noche de un domingo.
Clásicos, compiladores, temáticos o que suelen escribir ficción breve:
- Cuentos de Cien Palabras
- el florido byte
- Omegar
- 4colors – Blog sin criterio.
Espero los disfruten.