Hace unos días empecé escribiendo un post donde trataba de explicar un sentimiento. Sin embargo, Opera falló y lo que estuve escribiendo se perdió. Estaba bastante agusto con el post hasta el tercer párrafo que alcancé a escribir, sin embargo… se fue y también se fue el sentimiento de orgullo por sentirme listo. Me prometí dejarlo esa noche, meditar un poco y tratar de re-escribirlo lo mejor posible. Llevo como una hora, cambiando a esta ventana, escribiendo líneas y borrándolas, cambiando palabras, meditando y reestructurando lo que estoy diciendo. El resultado no es muy fructifero. Finalmente prefiero hablar ambiguamente del proceso que esta ocurriendo en mi mente, y cuando salgo a fumar, acabo pensando como voy a continuar con esto. Cuando salgo a fumar, así como con el blog, estoy pensando como continuar con mi vida.
Ya no me siento tan chavo. Últimamente ya no pienso que me queda el tiempo del mundo, sino, más bien, me ocupo en la tarea presente. Ahora tengo un pensamiento muy estático, contrario a lo que pensaba hacía meses. Como si se hubiera desatado un nudo que tenía para jalarme al futuro. Obviamente, todavía estoy joven, pero ya no pienso en eso como una excusa. La excusa milenaria. De un momento a otro, supongo, me di cuenta que dejé de sentirme inmortal.
Mis dos tíos, mi hermano y mi madre ya saben mis planes. Y no se lo han tomado a mal, al contrario, hacen unas bromas muy voluntarias al respecto.
Este fin de semana fue de visitas. Estuvo mi tía Raquel y sus hijas de visita, y le escuché atentamente. Siempre me ha parecido que mi tía Raquel es una persona muy sensata y siempre me agrada escucharle hablar. Mi madre se enojó por recordarle aquella época donde perdió el trabajo y nos quedamos sin nada. Esta vez dejé mi necedad y escuché su versión de la historia durante varios minutos. Me prometí ser más cauteloso en mis opiniones y procurar ser un poco más empático, aunque me desespere. Entendí que hay cosas que hizo bien y cosas que hizo mal. Le di una tercera dimensión al pensamiento.
No me atreví a preguntarle a mi madre si me acompañaría a comprar un anillo de compromiso, creo que eso lo tendré que hacer por mi cuenta.
Puedo escuchar las voces de cincuenta personas diciéndome que estoy muy joven para casarme. Pero no me caso por joven, ni por viejo. También puedo escuchar a las personas diciéndome que no tengo el dinero, ni la educación para hacerlo. Pero no me caso por dinero o para aprender. Que el amor se acaba, que ahora lo siento más por mi juventud… pero no me caso para esperar a que se me acabe, y no me caso para ver si verdaderamente se acaba el amor. Sencillamente he elegido a la persona con quien pasar mi vida, si es la mayor parte de esta, o si es una ínfima parte, eso verdaderamente no importa. Soy incapaz de perderme la oportunidad.
Finalmente es un sentimiento que no puedo comprender. Aparte de la alegría, el interés y la neurosis que me provoca la aventura… hay otro sentimiento. Uno del cual no entiendo… nada.