• Quisiera ser un microbito, dice la canción de Fobia. No me había dado cuenta de sus intenciones sexuales hasta que un día me puse a escuchar bien la canción recién cumplidos mis veintes. Ahora, cada que la escucho, sonrío y me sonrojo. (Nah).
  • Estoy tomando té. No había café. Según mi jueguito de bajar de peso… ¡Prepárate un rico té, en vez de un rico café!
  • Me acuerdo de la canción de Abeja, El Desayuno, cada vez que me digo: Un rico café.
  • Un casting es como escribir microficción. Explicarle a un actor la historia de chingadazo y que este la comprenda para hacerla, pues, de chingadazo. Por eso, de tanta microficción que existe, sólo pocos cuentos pueden ser considerados “geniales”. Una verdadera historia, necesita un desarrollo. El escritor no debe temer el desarrollo. Después de todo, cada oración, es un pedazo de microficción en sí, que puede crear el universo completo.
  • Me levanté temprano para ir a mi filmación.
  • El primer despertador, fue el de mi hermano a las cinco de la mañana. Recuerdo que entrecerré los ojos y le grité–. Apaga esa chingadera.
  • El segundo despertador, fue el de la Nintendo DS, el cual tienes que apagar con la plumita táctil. Eso me preocupa un poco. Algún día, en mis sonambulismos, podría perderla.
  • Desperté antes del tercer despertador. A las seis con quince estaba listo para salir. Cuando en alta tensión vi una fila interminable de coches agarré en cuenta de las obras que están haciendo en revolución y regresé a la comodidad de mi hogar.
  • –Señor Oso, tengo los contratos ya firmados. ¿Le molestaría si checo a mis niños por teléfono? ¿No? Sí señor, yo me aseguraré de saber donde están y cómo van.
  • Una de las madres era española. Cuando me respondió el teléfono por tercera vez, le dije–. Ahora sí que va a decir como los mexicanos, “Ah cómo chinga”, ¿pero dónde dice que esta? –La señora rió antes de responder algo.
  • Hoy vi algo que me asombró, y hará algunos decir–. Pinche chilango –pero vi unos remolques de la marina enormes, pintados totalmente de gris. Uno de ellos cargaba una camioneta. El taxista estaba igual de sorprendido que yo. La gente en las esquinas miraba los remolques con curiosidad y los conductores guardaban una respetuosa distancia.
  • Llegaron dos Jimenas Padilla a la filmación, lo cual, no fue precisamente bueno. Igual tuve que resolverlo por teléfono.
  • Hice mi caminata diaria. Se supone que lo subí a cuarenta minutos. (Uh, Mufasa). Me sentí bien caminando un viejo rumbo que tomé con mi hermano un par de veces, cuando mi abuela todavía vivía. Asocio la caminata con los queridos vivos y los queridos muertos. Recuerdo mientras camino. Olvido ponerme el reproductor en las orejas. La música, a veces, distrae la nostalgia.
  • Metí el celular a la regadera. Ley de Murphy: me llamaron por teléfono. –¿Te agarré en el baño? –preguntó mi AD. –Sí señor, pero usted dígame. No hay problema.
  • Mi hermano se rió cuando compré mi podómetro (en inglés, pedometer. Cuando lo buscaba en las tiendas, a veces preguntaba por pedómetros). Leyó el instructivo sarcásticamente–. Hay un ejercicio que es el más seguro de todos: Caminar –Luego de su carcajada, me regresó mi instructivo, mi podómetro y perdió la curiosidad.
  • Mi hermano entrena halterofilia, y como el cabrón tiene un cuerpazo, se ríe de mi panza gozosamente. Ya lo veré en unos años cuando deje de ser un jovencito con el metabolismo de una puberta…
  • En líneas, se tratan muchos más temas, pero de manera superficial. La superficialidad la mata el lector cuando con unas líneas, acompleta con su propia imaginación. Alabados sean los lectores.