“La verdad te hará libre”, escuchas y ves, a menudo, como católico nacido en un país católico. Cuando hablan de la verdad, se refieren al Verbo y consecuentemente, a la Palabra (con mayúsculas, infinidad de nombres para dios). Al aceptar esa verdad, se liberan cadenas y supuestamente, diriges tu vida con una libertad absoluta, ese libre albedrío que tanto te prometieron. A su vez, te amarras a las reglas religiosas que te permiten ser libre. Sí, hay gente que de verdad pretende que ambas cosas son posibles de llevar y que no son una contradicción. Por fin, un creyente más para engrosar nuestras filas y pagar el diezmo. Sin embargo, quitando el religioso contexto, nos queda una oración hermosa y… verdadera. La verdad te hará libre. Hoy escuché la frase y pensé en todas las preguntas que me hago, cuando estoy a solas, o tomando un café, o escribiendo. Escribo una serie de preguntas para buscar la verdad, al menos mi verdad y la posible verdad de otras personas. La verdad es un motor para la ficción, imaginar lo que otro piensa o responde ante preguntas esenciales (y curioso, porque la ficción es la mentira). Sé que he hablado antes de la verdad y la contradicción de los fieles. Mi estado de agnóstico, a su vez, es una posible contradicción. Me es fascinante vivir así. Mi vida es la búsqueda de la verdad, la búsqueda de las respuestas.