No presto libros, si puedo, los regalo, pero a veces se me olvida y los presto de cualquier manera. Cuando me vuelvan a pedir un libro prestado, haré como biblioteca: Claro que sí, puedes leerlo en mi casa, al fin que tengo una banca, un jardín, sillones amplios y cómodos, hay café y probablemente hay coca cola, te puedo regalar un cigarrillo si quieres fumar mientras lees, espero que no te molesten los perros porque los míos probablemente buscarán poner el hocico o el peso entero sobre tus piernas y te dejarán la ropa llena de pelos, los muslos dormidos, los pantalones babeados. Quizás deba poner letreros, horarios de lectura, aunque no me molestaría recibir gente en la madrugada, que es cuando los lectores se sienten más solos y son más voraces. Algunos libros ni siquiera saldrán de esta habitación. Si quieres leer, siéntate en este banquito, la espalda recta y mientras yo trabajo, o yo leo, dedícate a tu propia lectura, cuando te canses dame el libro que yo lo pondré en su lugar, y si no quieres despedirte, lo entiendo, es el placer de solamente venir a leer y no rendirle cuentas a nadie. No es que tenga libros raros, o ediciones difíciles de conseguir (quizás un par), sin embargo, sé que tengo libros que la gente tiene miedo de comprar, libros que no deberían llevarse en público porque provocarán la mirada de algún tonto, también tengo libros de ediciones mediocres pero que ya no se reimprimen o que con suerte tardarán años en reimprimirse, tengo libros de mil ejemplares impresos en 1940 y tantos, o libros de un tamaño enciclopédico que son presuntuosos para leerse en un camión, también están esos libros que poca gente compra porque no quiere invertir en libros pero bien que desearía leerlos “para ser menos tonto, menos burro, más culto”. ¿Insistes en llevártelos? No, tendría que negarme rotundamente, tanto me ha costado mantener estos pocos libros, hay algunos que me han acompañado en doce mudanzas, durante veinte años, los pocos sobrevivientes de los múltiples éxodos personales ¿y quieres que tenga el corazón para que te los lleves, para que tú los manches de comida o rompas alguna hoja, para que tú los subrayes y se te ocurra poner un nombre, para que alguno de tus sobrinos o animales deje una firma en la página 23? No, nada de eso, le he negado libros hasta a mi propia madre. Mejor ven a casa cuando quieras.