Pedir como un infante

Aparentemente pedir nudes sí funciona. Me las han mandado de todos tipos y colores: suicide girls, chicas dibujadas, mujeres famosas. Quizás, más tarde, haré una recopilación de todos esos regalos virtuales para que vean el álbum de un viejo putito y puerco de 34 años. (Qué feo pero… ¿para qué envejece uno sino para transformarse en un hombre respetable o en un viejo putito y puerco? Creo, finalmente, que lo segundo es lo más divertido. Tiraré al caño mis pequeños odios, mis preocupaciones, mis pobrezas. De ahora en adelante, como siempre lo he temido, el hedonismo dará dirección a lo que resta de mi vida).

Un regalo entre todos los regalos

Por otra parte, Paco me regaló un videojuego y esta tarde iré a comer un pastel de chocolate con los queridos amigos (Isa y NOlo). Veré a mi sobrino a prueba de fuego y la tarde se acabará, apaciblemente, junto con mi sobrina de los ojos claros. No se puede pedir más de la vida. Los pequeños deleites que nos mantienen vivos: los abrazos, los ojos de las personas queridas, una vida cómplice y discreta. Me leo hace diez años. Eso era lo único que pedía y ahora, de algún modo, lo tengo. Mi mujer y yo, entre risas, competimos por las felicitaciones en Facebook. Este año llevo 50. Sí, bueno, al final el 70% de ellos son unos desconocidos, unos perdidos, unos feisbuquitas que aprovechan el calendario para dejar letras pequeñas (no es queja, yo también lo he hecho. Yo también lo hago). Fernanda llamó por teléfono: Festeja festividades y ten un festín, Fest, ponte tu festón y que Hefesto te acompañe.

Madre mía.

Aprendizajes y revelaciones

Ya que pasó la edad en que murió Cristo, siento la descarga de un peso invisible y ahora veo lo que resta de mi vida: vasta, inevitable e insoportablemente lenta. Descubrir que envejeces se compara al trauma de nacer. Ahora entiendo, hace muchos años, cuando me deseaban ciertas señoras (y señores) solas (solos): querían mi juventud y mi vigor, jamás mi galanura. Ya, pues, hablando en serio: lo que resta de mi vida parece largo y complicado. Pero este año murieron cinco personas muy cercanas a mí: familiares, amigos, vecinos. Si había retardado la consciencia de mi propia mortalidad, si dudaba de ello, los 33 años se encargaron de mostrarme que no hay marcha atrás. Lo único que puedo desear: morir otro día, morir después, morir en un buen momento y que la muerte siempre esté pensando en venir, mejor, el día de mañana. Aprendizaje: no desperdicies tu vida en cosas que no quieres hacer.

La brevedad es apabullante, cínica, simple.