Ulises me permite invitar a mi amiga en la casa, siempre que seamos callados, discretos… Ella se llama Geraldine y lo pronuncia Yeraldin, yo le llamo Geraldina o Geralda. Cuando cambio su nombre, ella se sonroja un poco y se queja débilmente. Es menor que yo por unos años. No sé exactamente cuantos. Nunca me he molestado en preguntar su edad pero creo que tiene la edad suficiente para acostarse conmigo sin repercusiones legales. Esto último me da mucha gracia y hasta parece que tiene un ritmo para un boceto cómico: “reper-cusionessss-leg-ga-les”.
Nuestro juego es tierno; sus inicios son lentos y suaves, y pronto parece que estoy convenciendo de pervertir a una virgen. Las primeras caricias ocurren en sus muslos, con un poco de fuerza, y después me muevo con suavidad a su vientre. Quiebro a un ángel. Hablo bajito en su oído y le advierto que no debemos hacer mucho ruido; abajo, una vieja habla con un sillón rojo y manchado de mugre, o platica con un sillón púrpura donde duermen tres gatos y un joven fantasma.
Joven como ella, susurro, y Geraldine tiembla, y Geraldine me abraza.
No querríamos que ningún gemido nos quitara el placer de nuestro refugio, digo por jugar y ella contiene los gemidos en su boca deliciosa. El contorno de sus labios se arruga, su garganta parece abultarse y se hace obvio, por como su rostro enrojece y cierra los ojos, cuanto intenta esconder lo excitada que se pone. Entonces me da sus gemidos a susurros; muerde las sábanas o alguno de mis hombros; me hace sangrar y eso nos completa.
Cuando terminamos, alguna vez, Geraldine confesó que estaba incómoda porque sentía la presencia de las muertas. Sonreí porque sabía que era mi culpa. Mis juegos eróticos la sugestionaron a pensar en ríos místicos, en fábulas sobrenaturales y escenarios imposibles. No le di importancia, decidí ignorarla y continué el juego de convencer a la niña siempre virgen. La convencí de que dejara de rezarle a los santos y que sintiera un poco de calor conmigo.
Ese día me fue fácil dejar de pensar, al menos por un momento, en hermanos muertos, trabajos difíciles y obligaciones y ayeres…