Aquí es donde debo disculparme contigo y con tu séquito de lectores, quienes han agarrado un curioso gusto por mi historia humana. No les ha importado saber mi debilidad, mis decisiones erróneas, mi falta de carácter. Supuse que como tú, ya le habían tomado demasiado cariño al Bob tiránico, inteligente, consciente como si estuviese en peyote y que al contarte mi historia, acabaría por provocar nuestra muerte. Que acabaríamos borrados del mapa, como el camino que no existe. Pero tú accediste a contar mi historia a todos y yo no pude abandonarte. Pudiste escucharla tu solito, ¿sabes? Pero imagino que una historia de mi magnitud significa un peso enorme que no puedes cargar solo y aunque los demás crean en el valor entretenimiento que significa este probable invento, tú sabes que pasó de verdad, porque puedes escucharme y ver como reaccionan mis espinas al evocar recuerdos dolorosos. Si, esta bien, no siento nada, pero recuerdo como se siente, o siento diferente, siento como un cacto. Recordar es como acercarme un cerillo encendido, mis células se disparan y todo se nubla, es como estar a punto de desmayarse pero ser incapaz de hacerlo. Y créeme, cada que me acercan un cerillo, me vuelvo un poco más loco. Pero, igual con la nostalgia o con el trauma, la locura es la de un cacto y esa locura vegetal no sé como explicártela.
Guillotina me envenenó y me enterró, no muerto, pero si bien atarantado. Ni siquiera pudo meterme una bala el cabrón… no sé si porque nunca usaba pistolas el pendejo o porque su emotivo discurso mientras partía la tierra sólo era una mentira, pero lloraba de verdad, así que supongo fue un error de lo más humano (por supuesto) el no llevar la pistola para terminar de sacrificar el animal. Después que me enterró empecé a escucharlo todo. Escuchaba a tres kilómetros las patitas de un alacrán bordeando un cacto, escuchaba a dos o tres metros como el calor quemaba las espinas débiles de un nopal, podía mirar las olas de calor que estaban sobre mí modificando la percepción de un mundo normal. El calor más feo que una guayabera desfajada, semidiós dixit. Entonces, o empecé a delirar, o de veras ya estaba muerto, porque estaba mágicamente en una playa y en esa playa miré a Salcedo sosteniendo una concha en la palma de su mano, miré a Salcedo acercarse a mí y tomarme las manos (que había perdido por la Guillotina), sentí a Salcedo acariciarme con la otra palma bien suavecito el sexo y se me acercó a la oreja, me sonrió bonito, me dijo: “Resucitarás al tercer día corazón”. ¿Me creerás, que aun con la tierra erosionada metiéndose por las fosas nasales, por los labios, por el ano, estaba yo sonriendo? Pero sonriendo de veras, de oreja a oreja, como pinche Dante que finalmente encuentra a su Beatriz, como pinche Simón Dor que finalmente encuentra a su Beatriz. Y había una parte, el espíritu, que ya estaba más allá que pacá, y esa parte solamente odiaba, solamente odiaba la sonrisa humana estúpida de satisfacción porque al pendejo le hubieran cortado las manos, le hubieran engañado por dinero, le mataron por ordenes de su padre, le pidieron perdón mientras le arrastraban con el olor a sangre y orines exudando por las ropas. Es aquí donde te digo y me temo que ya debes saberlo, que el espíritu rencoroso tiene un poder infinito y este hará todo lo que pueda a su alcance para no desperdiciar su existencia, o sus ansias de venganza.
El calor se intensificó a niveles que no puedes creer, los alacranes se hicieron más grandes, las espinas del nopal robustecieron tanto que ya no se quemaban por el calor del sol. La imagen de Salcedo adquirió tonos naranjas y pude verla tal como era, la imagen digo, porque a Salcedo en ese momento seguía pensándola como mi verdadera salvación. Supe que no era Salcedo cuando se arrodilló frente a mí y empezó a morderme el sexo salvajemente. Se levantaron dos líneas de arena, o dos líneas de tierra, y apareció éL. ¿Sabes a quien me refiero? En un Cadillac rojo, siempre caminando al sur, siempre al sur, esta montado el Rey Satán. Su coche arrastra con él las nubes, su escape libera al infierno, una vez sentándote como copiloto no te puedes bajar y la misma canción de The Coral en el estéreo, todo el tiempo. Un hombre de traje blanco, fumando un puro igual que mi padre, cuyo rostro era irreconocible, se bajo frente a mí. ¿Sabes lo que es el temor de Dios? No se compara nada cuando sientes el temor de los infiernos. Acarició la cabeza de Salcedo mientras me la mordía y me dijo–. Esta es su alma, que ya me pertenece y usted, mi buen señor, esta a punto de pertenecerme. Como no le queda mucho tiempo en esta tierra y como, la verdad, dudo que los tratos burocráticos entre cielo e infierno arreglen que usted vaya allá arriba, ¿por qué no mejor nos ahorramos cualquier juicio y le propongo un trato? Créanme que si en México se gastan recursos y todo es mejor por la vía alterna, entre el cielo y el infierno es lo mismo, no se pierde de nada, mas que tiempo para disfrutar la eternidad donde mejor merece.
No pude evitarlo, le pregunté si era el diablo, y una carcajada varonil estalló, movió la tierra, deshizo nubes, provocó un huracán.
–No soy el diablo mi buen señor. ¿Acaso me ve cuernos, colita, bigote victoriano? Vea mis piernas, no son las de una cabra y ciertamente, mi piel no es roja. Soy un espíritu que viaja al sur, siempre al sur y dio la casualidad que pasaba por aquí, y también, porque ¡cómo la vida esta llena de casualidades, mi querido buen señor! que tengo llaves del cielo y del infierno. Que son los nombres básicos, digo, porque igual que yo, han habido tantos nombres como culturas hubo en la tierra. Sin embargo, y si le es más cómodo, puedo adoptar esa imagen vieja y estúpida y también le puedo prometer que vivirá usted en un gastado mito en la otra vida para que su espíritu descanse. Pero antes de que me responda algo, es otro el trato que quiero hacerle: Le doy tres años, escúcheme bien, tres años para que usted pueda consumar su venganza y también, prometo que usted saldrá de aquí, ileso, sin ningún rasguño. ¡No es algo que cualquiera puede hacer! ¡Y no es algo que se pueda hacer todos los días! ¿Qué dice, ah? Tres años deben ser suficientes para que usted sacié cualquier sentimiento de rencor, para que usted adelante el buen camino que deben tomar unas almas (que es a mis manos, por supuesto) y quien sabe, igual hasta se salva. Se redime. ¿No piensa en redención cada que la putita esta le chupa el sexo? Disculpe la mala palabra, no se me ocurrió otra, créame que en otras condiciones cuidaría mejor mi lenguaje pero… es que queda poco tiempo, porque mientras usted esta pensando… ¡oh, demasiado tarde! ¡mientras usted pensaba su respuesta su cuerpo se ha pudrido! ¿pero me esta diciendo que si? ¿qué si a la venganza? ¡Me parece perfecto mi buen señor, la mejor decisión que ha hecho en toda la vida! Sólo que… hay un pequeño problemita, como su cuerpo se perdió mientras usted pensaba, lo triste de la vida, puedo ofrecerle el cuerpo de un cacto pero no es un cacto cualquiera, ¡no señor! Siendo usted un cacto descubrirá sus verdaderos límites como humano y le aseguro que no querrá abandonarlo. Pero mire… será mejor que empiece usted a caminar, o a saltar sobre su eje más bien, porque ya no tiene piernas, ni manos, que esas ya no las tenía. Y lamento decírselo, hay otra cláusula en este contrato… si quiere usted continuar consciente, debe comer carne viva. De lo contrario, entonces se volverá más cacto que híbrido. Tampoco abuse, porque se volverá más carne que planta. Recuerde, ¿eh? Todo en un justo balance… paz universal, Kowlesbeffen mi querido amigo…
No falta mucho para que se cumplan esos tres años y la verdad, es que me ha dado hambre… ¿me permites salir? Prometo que nadie se enterará y si no encuentro un gato, elegiré al niño más malcriado de todos. ¿Si? ¿Me abres la puerta? ¿Por favor?
Índice
- La trágica historia de Bob, el cacto
- La lujuriosa historia de Bob, el cacto
- La guillotinada historia de Bob, el cacto
- La inspiradora historia de Bob, el cacto
- La esotérica historia de Bob, el cacto
- Los recuerdos digitales de Bob, el cacto
- La dudosa batalla entre el árbol y Bob, el cacto
- El último placer culpable de Bob, el cacto
- El sueño finito de Bob, el cacto
Créditos
Foto de Aro.
Este cuento forma parte de los fotocuentos que estaré escribiendo en este blog. Si quieres formar parte o enviar una foto, lee este post.