Ahora tengo mis cajetillas en un corcho, en lo que llamo mi oficina. Cuando alzo la vista, miro las referencias a la cultura popular y la cultura popular en sí misma que se convirtió en mi marca de cigarrillos. Camel, el explorador, Sagitario, el viajante. Colores café y beige, nociones de desierto y viejo explorador. Me recuerdan a mi viejo personal: Simón. El camello como un personaje que se transforma y muta. El camello como un símbolo que puede entrar suavemente en cualquier corriente. Cuando Perrito muera, y Bob se seque de nuevo, me conseguiré un camello. ¿Habrá camellos de tamaño bonsai? Me da roña llamarle camel-pony. Demasiado joto. Adornaré las habitaciones con chelabas café y las pintaré de ocre. Usaré un martillo para tirar la pared y siempre entre el sol. Aprenderé a escuchar la música árabe, compraré más cactos y buscaré una sonrisa bermellón, como la chica del poema. El camello rumiará en el jardín y su baba caerá sobre mis pies. Ya para entonces, será demasiado tarde. ¿Cigarrito, camelpony?